GREMIALES - Acuerdos logrados
ARGENTINA, AHORA O NUNCA
Después de haber estado sometida durante un cuarto de siglo a los dictados de los poderes económicos mundiales, en estos últimos años la Argentina empieza a recuperar su dignidad y, aún con varios obstáculos por delante, ya camina más erguida en busca de su destino.
El modelo antinacional que se puso en marcha con la dictadura en 1976 prosiguió, lamentablemente, en tiempos de democracia y determinó que millones de argentinos cayeran en un precipicio. Y fuimos nosotros, los trabajadores, quienes padecimos las peores consecuencias.
A la desaparición seguida de muerte de miles de luchadores (nunca debemos olvidar que entre 1976 y 1983 fueron secuestrados 18 mil delegados sindicales), se sumaron los planes de ajuste que produjeron la desocupación más alta de toda la historia argentina.
Todo fue consecuencia del plan que se le impuso por la fuerza. La idea fue convertirlo en una simple factoría sin industria ni capacidad soberana para generar un proyecto propio, con “libertad” para conformar apenas una especie de supermercado global que ofrezca sus góndolas de cereales y carne al resto del mundo, aunque aquí millones de compatriotas se queden fuera de la mesa.
Ese “modelo”, si es que así puede llamárselo, es el que hoy vuelve a ser publicitado como “el mejor” desde los medios de comunicación y partidos políticos liberales. Es la llamada “sojización” de la Argentina. O sea: un país que se dedique nada más que a sembrar el yuyo y deje de fabricar, pensar, proyectar, investigar…
La vida es más fácil así; lo compramos todo hecho. Y como ya no hay necesidad de hacer nada, porque lo traemos de afuera, podemos cerrar las fábricas (que encima contaminan y dan feo aspecto en las ciudades) y sembrar soja… ¿Saben qué paisaje hermoso, todo verde y prolijito? Sería un mundo fantástico: sobraría gente porque ya no tendría que ir a trabajar…
No habría necesidad de trasladarnos a los lugares de trabajo. Entonces, ¡para qué querríamos trenes, colectivos, subtes, taxis y automóviles particulares…! Miren qué interesante: las autopistas y las rutas ya no tendrían mucho sentido y de ese modo nos quedaríamos en casa porque no habría que ir a trabajar…
Ese es el “país” que algunos pretendieron armar (y con el que insisten desde sus retorcidas propuestas) y que, afortunadamente, se fue dejando de lado en los últimos años gracias a la lucha de los trabajadores organizados en sus sindicatos y a la aparición de dirigentes políticos y sociales, que entienden que una Nación se construye con el concurso cotidiano de cada obrero, empleado, operario u oficinista de nuestro país.
Lógicamente, con aquel esquema colonial que tiene como meta cerrar fábricas es imposible generar una ampliación del mercado laboral para que los miles de jóvenes que cada año deben incorporarse al mismo encuentren un puesto de trabajo. Por eso el liberalismo promueve un movimiento obrero manso y amanerado, que apenas vele por las condiciones de higiene en los lugares de trabajo en vez de discutir por la distribución equitativa de la riqueza y el modelo de desarrollo nacional que asegure el bienestar de los trabajadores, evitando de ese modo el destino de parias que se nos quiere imponer a los argentinos.
La Argentina vive en estas horas momentos decisivos para su futuro. En un mundo que se desploma estrepitosamente debemos cuidar los 4 millones de puestos de trabajo que se consiguieron en los últimos seis años, gracias a un modelo que nos permitió, además, volver a discutir nuestros salarios cara a cara con las empresas, después de 15 años con paritarias congeladas.
Tenemos que decidir si queremos seguir en el camino de la producción y el empleo con inclusión social o si, por el contrario, nos gusta más volver a la Argentina de unos pocos, donde los trabajadores somos los convidados de piedra.
Pero además, no debemos perder el contexto general. Estamos hablando de la construcción de la Argentina que queremos vivir. Definir nuestro apoyo a un proyecto de país distinto que está permitiendo que millones de compatriotas hoy tengan acceso a la salud o servicios esenciales como agua, cloacas y calles pavimentadas. ¿Qué muchos de nosotros ya tenemos eso? Qué suerte, y qué alegría también… Pero hay un montón de hermanos, de trabajadores como nosotros, que todavía le dan a la manija del bombeador o caminan 10 cuadras para llenar unos baldes… O que cada tres meses tienen que gastar parte de sus ingresos para destapar el pozo. Pensemos en ellos también…
Atravesamos un tiempo de lucha difícil, pero hay que definir de qué lado se está. Si es por nuestra condición de trabajadores, optar entre querer seguir con los convenios colectivos en un plano de igualdad con la empresa o volver a la flexibilización laboral y retroceder 20 años.
Pero como hombres y mujeres solidarios también nos enfrentamos con la responsabilidad de continuar o no con la transformación educativa, con la apertura de las escuelas técnicas para volver a enseñar oficios que reclama la industria, con la decisión de querer ser apenas un país agroexportador de materias primas o animarnos a generar producción argentina con valor agregado. En pocas palabras, decidimos si queremos el país de la Justicia Social o del sometimiento neoliberal.

Facundo Moyano
Secretario General