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Los ataques a Moyano, el periodismo y el apoyo del movimiento obrero a su conducción en la CGT

23-07-2009 Trabajadores apoyan la conducción de Hugo Moyano

Difícilmente exista en la Argentina un actor social más difamado que el sindicalismo. La CGT y los dirigentes gremiales han sido, en ese sentido, el blanco predilecto de los medios de comunicación, especialmente a partir de la entronización de la dictadura de 1976. Desde ese momento, el movimiento obrero sufrió en carne propia esa agresión permanente que proviene del poder oligárquico liberal: el debilitamiento de la CGT como factor decisivo del destino nacional.

     Ahí está la historia para contarlo: los mejores cuadros y militantes sindicales pasaron de soportar la persecución y la muerte a recibir lecciones de “modernidad”, “prudencia” y “buenas costumbres”. Entre 1976 y 1980, más de 18 mil delegados de fábrica y empresas fueron secuestrados, torturados y en la mayoría de los casos desaparecidos por defender el interés de los trabajadores.

     En ese período, el pueblo argentino fue receptor de una publicidad antisindical permanente que comenzó a manifestarse con la dictadura de Videla y Martínez de Hoz y se acentuó -cuando lo lógico hubiera sido que se interrumpiera- a partir de 1983 bajo la democracia, esta vez no por el fuego de metrallas sino por las “llamas intelectuales” de ciertos comunicadores del periodismo.

      Lo cierto es que la CGT fue a lo largo de los últimos 35 años, desde la confrontación contra la dictadura, el protagonista más lúcido y persistente dentro del movimiento nacional. Nadie se acercó tanto a la coherencia y a la lucha por la reivindicación de nuestra soberanía como la central obrera. Desmalvinización, remate del patrimonio nacional, abandono de los recursos estratégicos del país, avasallamiento de las conquistas laborales, planes económicos recesivos cuya única variable de ajuste fueron los salarios...

     En estos frentes el sindicalismo apareció a la vanguardia real y no declamativa de la batalla por la restauración de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política en la Argentina. Y, después del paso de Saúl Ubaldini por la central obrera, fue un nuevo dirigente quien se puso a la vanguardia de esa lucha: Hugo Moyano, el líder de la CGT.

     Nadie como él aceptó el duro compromiso de ponerse al hombro a los trabajadores explotados y a los sectores excluidos. En todo este tiempo, Moyano no hizo más que afirmar, con sencillez pero  coraje, que hay un proyecto nacional posible, en parte realizado, y que ese camino es necesario y posible retomarlo. La originalidad no estuvo en el mensaje que supo transmitir y en la acción que llevó adelante, sino en la valentía de decirlo en todo este tiempo, sin vergüenza y con gran orgullo, ante el silencio de la gran mayoría de la dirigencia política y la burla de los medios de comunicación, que los bastardearon y atacaron sin contemplaciones, por su compromiso y coherencia.

     Aumentos salariales, mejoras laborales, beneficios sociales… Todo ello se consigue con la lucha sindical y la movilización de los trabajadores en todos los rincones de nuestro país. Y ése es el camino que nos mostró el compañero Moyano.

     ¿Quién puede reunir hoy a 300 mil almas para hablarles y decirles que tenemos que construir el poder nacional y popular, el poder de los trabajadores, para que dejemos de ser los convidados de piedra en el gran banquete de las patronales liberales?

     Solamente Moyano ha sido capaz de hacerlo en ese memorable acto realizado en oportunidad de celebrarse el Día del Trabajador, histórica jornada celebrada en la Avenida 9 de Julio que reunió al pueblo de manera multitudinaria como hace muchísimos años no sucedía.     

     Desde inicios de la nefasta década del ’90, cuando denunció la naturaleza traidora, antiobrera y antipatriótica del menemismo, las calles han visto a Moyano y a los compañeros que lo acompañaban entonces en el MTA (el Movimiento de Trabajadores Argentinos) peleando palmo a palmo por defender la dignidad laboral frente a la prepotencia patronal, desafiando incluso la condena de los medios de comunicación y la represión policial. Eso lo hacen solamente los conductores, los verdaderos líderes populares.

    Raúl Scalabrini Ortiz sentenció alguna vez una frase que resume el accionar que debe guiar a los pueblos que quieren ser libres y a través de los trabajadores buscan su lugar en el mundo: El gran escritor nacional dijo: “Luchar es sinónimo de vivir… El que no lucha se estanca como el agua. Y el que se estanca se pudre…”.

     Como trabajadores, creemos que esa mística tiene nombre y apellido: Hugo Moyano, un dirigente hecho a la medida de lo que necesitamos para ser tenidos en cuenta a la hora de debatir y decidir el país que queremos y nos merecemos, el país de la Justicia Social.

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